
Sobre el collage:

Letras, UCV:

Daniel Medvedov
La parte interna del puro se llama “alma” en la terminología especializada. El Puro y sus partes. La tripa se forma plisando las hojas en forma de abanico, para crear pasos de aire horizontales que faciliten el tiro, y permitan así que cada calada reciba la totalidad de los sabores del tabaco. La tripa o “alma” es el corazón del cigarro puro. En los puros de calidad, la tripa se forma con una sola hoja hoja larga que ocupa la longitud del puro, para que el sabor y la ceniza sea consistente. La tripa -alma se envuelve con una hoja llamada capillo o capote que influye en el sabor, en el aroma y en la combustión del puro y su sabor debe ser compatible con el de la tripa y el de la capa. La capa es la hoja que está a la vista; debe ser atractiva y poseer espléndidas vetas, de textura uniforme y suave al tacto; contribuye al sabor del puro en un 60%. La cabeza es la parte del cigarro por donde se fuma; en los puros mecanizados aparece cortada de fábrica, lo que es un despropósito. La cabeza se remata con una “perilla” o “caperucita”, -un trozo de hoja que remata la cabeza del cigarro puro. Tiene forma de avellana o en rabo de rabipelado, si el artilugio está hecho a mano. El cañón o tallo es el cuerpo del cigarro. El cañón debe estar parejo, pues mantiene el mismo grosor en toda la longitud del cigarro. El cañón figurado o ahuevado es lo que presenta formas distintas a la forma recta. El pie es la parte por donde se enciende el cigarro; el encendido, o la “ignición” tiene sus secretos.
Y por último, el puro fue inventado y creado por los mayas para que la milpa o el campo sembrado “fume” antes de y después de la cosecha -como un espléndido regalo ritual a la naturaleza que nos ha regalado ese tesoro: se hacían mazos de 20 [sic] cigarros -como los 20 dedos del cuerpo humano, cigarros muy grandes de un metro, y se encendían así en mazo entero y unido [hoy casualmente los paquetes de cigarrillos tienen 20 elementos] y como dato espectacular los mayas son el único pueblo antiguo y moderno que tiene un Dios del Cigarro, cuyo nombre es ZIC -de allí ZIKAR- “cigarro” -Del verbo maya arcaico ‘xígar’, que quiere decir “chupar” que era la forma de indicar el fumar hojas de tabaco enrolladas.
Cuenta Bartolomé de Las Casas que los europeos, estando en Cuba, encontraban en los caminos a muchos hombres y mujeres sahumando con estos tizones. Así fue descubierto el tabaco por los europeos -Colón fue recibido en la primera isla GUANAHANI -por una ceremonia de huéspedes que consistía en ofrecimientos de cigarros a todos los marineros- como consta en su diario, y los españoles adoptaron la costumbre indígena de fumar. Para los indígenas prehispánicos, fumar era un acto ritual pluviógeno, pues la producción de humo se asociaba con la formación de las nubes y, en consecuencia con las lluvias. Los mayas tienen la creencia de que los dioses de la lluvia, por formar grandes y numerosas nubes, son grandes fumadores de cigarros, por ello, hacen ofrendas de cigarros al dios de la Tierra y de la Lluvia, réplica de Ahpú, el primer fumador mítico. Todavía hoy, en San Juan Chamula, los tzotziles fuman cigarrillos, con propósitos de magia imitativa, en el interior del templo católico. Los aztecas fumaban de forma ceremonial después de un banquete pipas en que se colocaban, además del tabaco, ciertas sustancias aromáticas, o bien puros en pitilleras de plata o de concha de carey. Inhalaban el humo y a veces lo tragaban, pero se apretaban la nariz para no olerlo. Los tarascos ofrendaban humo a su dios del fuego Curicaueri, convencidos de que el humo al subir al cielo era el único contacto entre el hombre y los dioses del cielo. Todavía más, es el alimento de los dioses. Es por ello que solamente los sacerdotes y los representantes de Curicaueri podían fumar, y lo hacían en grandes y largas pipas de barro, porque tenían que alimentarse con humo, como los dioses del cielo. La gente común, en cambio, acostumbraba masticar hojas frescas de tabaco con polvo de cal, para tener fortaleza. El ofrendar al Dios del Fuego pelotillas de tabaco que arrojaban en la lumbre, era con el objeto de que el humo tuviera olores gratos para la divinidad. Álvarez (1978). || Entre los tzotziles, el tabaco es fumado sólo por los viejos, como defensa frente a los seres maléficos.
Tomado de mis libros Diccionario de Dioses, Demonios y Enfermedades del México Prehispánico. Inédito. Los Tuxtlas, nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos (Antonio Fco Rodríguez Alvarado). Ediciones Culturales Exclusivas 2007.
Soy gran amigo de un médico americano de origen húngaro que escribió el más bello libro sobre los Mayas y el tabaco: Smoking Gods: Tobacco in Maya Art, History and Religion [Tapa Dura]. Francis Robicsek (Autor).
Retratos, retratos

Disponible en: https://prodavinci.com/retratos-imagenes-oscilantes/
La vida de ciertas imágenes
QUO VADIS?
Pronto: el poeta y el mito

Hacen falta mitos universales, fantásticos,
para expresar a fondo y de manera inolvidable
esta experiencia que es mi lugar en el mundo.
Las líneas que sirven de epígrafe a este seminario pertenecen a una larga carta que Cesare Pavese le escribe a su amiga Fernanda Pivano el 27 de junio de 1942. Bajo el tono de la “confidencia” el poeta nos conduce a ese corredor secreto donde lo particular –los paisajes, la vida íntima, la imaginada, la no vivida– y lo universal – la memoria de la tierra la evocación de los dioses griegos expresadas en la potencia del relato mítico– se juntan y amalgaman. Lo hacen, sí, pero en él, en su experiencia y la escritura que ella misma hace venir, cargada de pathos y reminiscencias muy arcaicas. De hecho, a la misma Pivano, en la carta ya aludida, le dirá: “mi oficio es transformarlo todo en ‘poesía’. Lo cual no es fácil”. En otro pasaje el poeta trazará su muy personal –y mediterránea– poética: “Describir paisajes es cretino. Hace falta que los paisajes -mejor: los lugares, es decir, el árbol, la casa, la vid, el sendero, etc.- vivan como personas, como campesinos, es decir: que sean míticos”.
Las señas de esa “transformación” es posible vislumbrarlas en la poesía y los diarios de Pavese, pero también en sus cartas y reflexiones. Por eso habría que tener muy presente lo que dijo en La literatura norteamericana y otros ensayos: “sin sus provincianos una literatura no tiene nervio”.
Los hilos subterráneos

Los hilos subterráneos. Poesía. Epílogo: Victoria de Stefano. Editorial Eclepsidra. Colección Vitrales de Alejandría. Coordinación, producción editorial: Carmen Verde Arocha, Rafael González García. Con asistencia de Beira Lisboa. Diseño, diagramación, montaje: Fabiana Schael Medina. Fotografía del autor: Carlos Germán Rojas. Impresión: Lauki C.A. Caracas, 2020.
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